El sur del Líbano ha vuelto al centro de los acontecimientos tras una grave escalada sobre el terreno que ha reavivado las tensiones a su punto más alto. La localidad de Blida fue escenario de una incursión israelí que provocó la muerte de un empleado municipal dentro del edificio del ayuntamiento, seguida de un ataque con dron israelí contra una motocicleta en Kounine, en la región de Bint Jbeil, que dejó un muerto y un herido. Estos acontecimientos llevaron al presidente Joseph Aoun a emitir órdenes directas al ejército libanés para “enfrentar cualquier incursión israelí futura”, una medida calificada de firme y sin precedentes en los últimos años.
Paralelamente, el ejército libanés intensificó su despliegue en las aldeas fronterizas del sur, intentando imponer una fórmula de disuasión limitada que evite un deslizamiento hacia un enfrentamiento total. La posición del presidente recibió un apoyo claro de Hezbolá, que calificó la respuesta libanesa como un “cambio necesario” frente a las repetidas violaciones israelíes. Sin embargo, los círculos políticos observan la situación con cautela, ya que la frontera sur sigue expuesta a operaciones esporádicas y bombardeos limitados que podrían encender el conflicto en cualquier momento.
En el ámbito interno, el retorno de los refugiados sirios ha mostrado avances notables, con el anuncio de la ministra de Asuntos Sociales de que más de 320.000 refugiados han regresado desde julio, dentro de un plan organizado que busca repatriar a medio millón antes de fin de año. A pesar de este logro relativo, el tema sigue rodeado de grandes desafíos humanitarios y políticos, especialmente ante la falta de una coordinación internacional efectiva.
En cuanto al panorama político general, oscila entre la expectación y la confusión, en medio de debates sobre la ley electoral y los equilibrios de poder. Mientras el país se mantiene absorbido por la política y la economía, el sur del Líbano permanece sobre una línea ardiente, con el riesgo de una explosión o señales de distensión. Nadie puede afirmar cuál de los dos prevalecerá, pero está claro que el Líbano atraviesa una etapa crítica que redefine sus equilibrios internos y regionales.
