El Líbano se encuentra una vez más al borde de la ebullición política y de la inestabilidad en materia de seguridad. El sur del país ha sido escenario de movimientos militares significativos, ya que el ejército libanés desplegó sus unidades en la localidad de Meiss El Jabal tras detectar una actividad israelí inusual cerca de la frontera. Esta medida, aunque de carácter defensivo, ha reavivado los recuerdos de las tensiones crónicas en la zona, donde cualquier error sobre el terreno podría convertirse en la chispa de un conflicto más amplio.
Por otro lado, se han intensificado las presiones israelíes y estadounidenses sobre el gobierno libanés en relación con las armas de Hezbolá. El ministro de Defensa israelí amenazó con ampliar las operaciones contra el grupo si no se tomaban medidas claras para su desarme. El tono de la comunidad internacional se ha vuelto más severo, como si enviara un mensaje directo al Líbano: o se reforma y controla las armas, o se enfrenta al aislamiento y la escalada.
En un frente paralelo, se celebraron conversaciones de seguridad entre el Líbano y Siria, abordando temas de fronteras, contrabando y refugiados. Este encuentro, aunque positivo en apariencia, refleja también el reconocimiento de Beirut de que ignorar la coordinación con Damasco ya no es una opción ante la complejidad de los desafíos económicos y de seguridad. La cooperación entre ambos países podría ser el preludio de una ligera distensión, siempre que se traduzca en pasos concretos.
En el ámbito político, el presidente libanés Joseph Aoun recibió a una delegación del centro de investigación TRENDS, subrayando la importancia de los medios de comunicación y la investigación científica para impulsar el desarrollo. Un gesto simbólico con un valor cultural en medio de la tormenta política, cuya eficacia dependerá de su aplicación real.
En resumen, el Líbano vive una semana que combina peligro y oportunidad. El sur permanece en alerta, la comunidad internacional presiona, y el Estado intenta equilibrar soberanía e intereses. La gran pregunta es: ¿podrá el Líbano mantener su cohesión antes de que la situación se le escape nuevamente de las manos?
