Tras más de una década de guerra y desplazamiento, un número creciente de sirios comienza a desandar el camino hacia su hogar. Hasta finales de octubre de 2025, más de 1,1 millones de refugiados sirios han regresado al país, mientras que 1,9 millones de desplazados internos han vuelto a sus pueblos y ciudades. Desde Líbano hasta Jordania y Turquía, las escenas de partida se mezclan entre la esperanza y la incertidumbre: familias que cargan con lo poco que les queda y regresan para reconstruir entre las ruinas y una paz aún frágil.
En Líbano, pequeños grupos se reúnen semanalmente en los cruces fronterizos de Al-Arida y Masnaa, asistidos por equipos de ACNUR y OIM, que proporcionan transporte, kits de ayuda y apoyo psicosocial. Del otro lado de la frontera, trabajadores de ACNUR siguen de cerca a los retornados en Homs, Hama y Alepo, asegurando su acceso a centros comunitarios donde reciben asistencia legal, apoyo educativo y orientación para medios de vida. En los campos del norte de Siria, los retornos voluntarios desde Mahmoudli y Areesha continúan bajo estricta coordinación para garantizar la seguridad y el consentimiento de las familias.
Más allá de las cifras, emergen historias de resiliencia. En el campamento de refugiados de Za’atari, Arwa Ali, una artista de 20 años sorda desde la infancia, pinta sus sueños en colores vibrantes: su arte es una rebelión silenciosa contra la desesperanza y un reflejo del anhelo de millones de sirios por recuperar la normalidad. Sus lienzos, poblados de aves y cielos abiertos, simbolizan la misma esperanza que impulsa a tantos a reclamar su tierra.
A través de 71 centros comunitarios y más de 1.400 voluntarios, ACNUR sigue acompañando a los sirios en su largo viaje de regreso: un camino no solo de retorno físico, sino también de sanación y reconstrucción de vidas quebradas por el conflicto.
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